martes, mayo 14, 2013

Monstruos

Monstruos

- Papá léeme un cuento para dormir, porfaaaa - dijo Elenita
- Pero si ya te los sabes todos, conoces todos los cuentos del mundo - replicó amablemente Luis, además ya sabes leer, puedes elegir tus propios cuentos
- Pero si no me lees un cuento los monstruos del armario de la ropa vendrán esta noche.
- No hay monstruos en el armario de la ropa, sólo los abrigos para el invierno.
- Porfaaa.
- De acuerdo, pero tienes que estar muy atenta porque es un cuento especial, cuando se cuenta una vez no te lo pueden volver a contar y si se te olvida no se lo podrás contar a tus hijos.
- Yo no voy a tener hijos, nunca, y no quiero que se parezcan al canijo ese -dijo señalando a su hermano- siempre hace ruido.
Y es que Elena era una niña muy buena, una aventurera de los libros que ya sabía leer y a sus ocho años y medio se quedaba quieta con sus libros mientras sus amigos eran como los hunos arrasando los salones de sus madres y las figuritas regaladas por las abuelas.
- El cuento comienza hace muchos mucho años, con una niña que le tenía miedo al armario, esa niña era tu tata-tara-tata-requete-
tatarabuela
- alaaaaa
- y era muy especial pues inventó un hechizo para derrotar a los monstruos del armario.
Luis siguió contándole la historia hasta que Elenita se quedó dormida, abrazada a su oso de peluche.
La noche siguiente Elenita volvió a decir "papá, léeme un cuento"
- Ayer te conté el último que me sabía
- ¡¡Pero me dormí antes de que acabase!!
- Lo sé cariño, pero te conté el secreto mientras dormías, el secreto que ha pasado de generación en generación y ahora son los monstruos del armario los que tienen miedo de ti, tú nunca más le tendrás miedo a nada, como tu padre que no tiene miedo de nada.
- ¿Ni siquiera a hacienda? - dijo Elenita.

La sorpresa cruzó la cara de Luis, un extraño cosquilleo le acompañó - ¿quién te ha hablado de hacienda? - dijo 
Luis, aún sin creer la pregunta de su hija.
- El otro día te oí hablar con el tío Andrés, le dijiste que en este mundo sólo hay que temer la muerte y hacienda,  sobre todo a Hacienda.
Una leve sonrisa cruzó la cara de Luis mientras respondía -eso fue una broma con tu tío, Hacienda es cosa de mayores y los mayores que son buenos como tu padre no tenemos miedo de ella.
- ¿Y el cuento? - preguntó inquisitiva
- ¿Por qué no me lees uno tu a mí? Eres ya una niña mayor, casi una mujer y a los padres también nos gusta que nos lean cuentos. Coge a tu osito Bob y léeme un cuento.
- ¡Papa! - dijo entre risas - ¡te he dicho mil veces que el osito se llama Teddy! como el de Mr. Bean, ¡¡Bob es la esponja!!
- Ves como tienes muchas cosas que contarme.
Así esa noche fue Elenita quien le leyó un cuento a su padre y poco a poco fue quedándose dormía.

Luis volvió a su habitación y besó a María, su mujer, contándole la ocurrencia de su hija. Ahora les tocaba a ellos dormir un poco.

Fueron pasando los días y como a Elenita le gustaba tanto leer se convirtió en una costumbre que ahora ella leyera los cuentos, a su padre, incluso a su hermano que disfrutaba mucho con las historias de los peces que hablaban.

Un día Luis no se podía dormir, el trabajo no iba bien del todo y algunas cosas le preocupaban. Tuvo una pesadilla. Y despertó en la oscuridad, de repente lo vio allí, el inspector de hacienda, estaba en su misma habitación, observándole. Luis estaba aterrorizado, no sabía qué hacer, la tensión crecía porque el inspector no decía nada, sólo observaba con muy suave respiración. Luis no hacía más que pensar, intentar recordar, pagaba sus impuestos, hacía la declaración bien, su pequeña empresa estaba al día ¿quién era ese loco que había irrumpido en su casa? 
Reunión todas sus fuerzas, buscó el interruptor y encendió la luz, pero al volver la cabeza el inspector ya no estaba allí. Tan sólo estaba el armario de la ropa, se había dejado una puerta abierta y una camisa blanca le había confundido. Aliviado miró a su mujer, que aún dormía, se levantó, cerró la puerta y volvió a dormir recordando que a él también le contó su madre una vez el secreto para no tener miedo.

Durmió tan bien como su hija de ocho años y medio y cuando ella se lo pidió un día el volvió a leerle un cuento y a recordarle que no debía tenerle miedo a nada, ni siquiera a hacienda.
 
J!T

viernes, diciembre 16, 2011

Ideas que surgen de otras ideas

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Lo primero que pensé al ver la foto fue: ¡Que idea tan genial!. Aún no me había fijado en el título.
Yo estaba pensando en que, igual que una bala concentra toda la energía de la explosión en energía cinética distribuida entre rotación de la bala y velocidad lineal podría aplicarse un sistema similar para el lanzamiento de cohetes. Proporcionando la cantidad adecuada de combustible y comburente y lanzando desde un silo se podría aumentar la eficiencia inicial de en el lanzamiento de un cohete espacial.
Seguramente esto ya se lo han planteado en el pasado y hay dificultades técnicas pero, estando sin transbordador espacial ¿no es como para pensarselo?
El post original también es intersante, pero no tanto :p

J.

Publicado desde http://jftavira.posterous.com

jueves, diciembre 15, 2011

#googlebuzz Google Buzz ha muerto

#googlebuzz Google Buzz ha muerto, larga vida a.... nada, no hay sustituto :(

El Otro

lunes, julio 04, 2011

martes, junio 21, 2011

Para alguien que, probablemente, no leerá

Dime, niña,
¿qué penas pueblan tu alma?
Para que yo las barra.
Y ya no entren en riña
con tu corazón en calma

El Otro

miércoles, junio 15, 2011

Correr y vida

No voy a entrar en el tópico en que correr y hacer ejercicio es salud, que ya somos mayorcitos.

Hoy voy a hablar, brevemente, de que sigo vivo. Sí, porque correr es un deporte de alto riesgo, yo estoy medianamente entrenado, corro 4-5 días a la semana entre 5 y 10km, estoy sano. Pero eso a los conductores no les impacta, ellos son los que impactan.

Hoy, como hago pocas veces, he salido a correr por la mañana por el barrio, ha sido porque iba a otra oficina, entraba más tarde y -en vez de dormir- he salido a correr. Lo hago por parques y pinares pero en ocasiones (veo muertos) hay que cruzar calles. Siempre miro, y hoy lo he hecho, y parecía que en el conductor se paraba en el paso de cebra que yo estaba cruzando. Pero no lo ha hecho, vamos no inmediatamente he tenido que usar mi hipogrito huracanado y espetar un "Ehhhhhhhh!!!!" para que se diera cuenta que un varón de 1.80m y unos 100kg, con una camiseta amarillo fosforescente que hace daño a la vista estaba cruzando la calle. ¿Tanto he adelgazado que no se me ve?

Y todavía me pregunto porque no voy en bici al trabajo, es que no me sientan bien las prolongadas bajas por accidente....

El Otro

viernes, mayo 20, 2011

Vieja amiga

Ayer recibí una carta.

No fue un email, no fue por correo, fue una carta en mano. Llamaron a la puerta y me encontré con una batidora, no mi batidora aunque me resultaba vagamente familiar.

La invité a pasar y se presentó, "Soy Claudia, no me conoces pero yo a ti si, vengo de parte de Luisa, tu antigua batidora, me ha pedido que te entregué esta carta"

Aparté unos libros y la invité a sentarse en el salón, mientras yo abría el sobre, lacrado -una chica con estilo, pensé sin percatarme que Claudia traía equipaje.

"Querido Juan" empezaba la misiva

"Como habrás podido darte cuenta he dejado la cocina, no me busques más, me he ido. Siento no haberte dejado una nota pero recientemente ha habido momentos muy duros para mí y he tenido que buscar nuevos aires, corrientes que me hagan volver a sentir la vida.

Probablemente no lo sepas y no te culpo por ello, eres un hombre ocupado, no me quejo, siempre me trataste bien. Estaba enamorada del frigorífico, perdidamente enamorada, disfrutaba de cada rato que me dejabas a su lado mientras cocinabas en la sartén. Pero el frigorífico no me correspondía, me veía como una amiga a la que le contaba sus penas de amor (¡menuda desazón la mía, no podía decirle nada!), hasta que por fin se decidió a regalarle la secadora a la lavadora y comenzaron una bonita historia. Yo quedaba desplazada, agradezco mil y una veces tus cuidados pero así no podía vivir.

Intenté olvidar al frigorífico, cuando él y la lavadora tuvieron su primer retoño, la panificadora, creí morir. El horno fue muy amable conmigo y pensé que me haría olvidar, pero en mi fuero interno sabía que no era posible.

Ahora ya no puedo aguantar más, van a tener otro vástago -la nueva freidora sin aceite- y la lavadora está en avanzado estado.

No pude más, me despedí brevemente de todos e inicié mi viaje.

No, no preguntes dónde estoy ni cuando voy a regresar, ni yo misma lo sé porque necesito este viaje de autodescubrimiento, ya no me vale con revolucionarme a máxima potencia, tengo que encontrar mi ajuste, no se si me entiendes"

Si yo fuera un hombre de llorar, lloraría en este momento, pero sólo se me escapó un suspiro que acompañó con un pequeño respingo de Claudia. La carta concluía:

"Gracias por todo este tiempo, sólo me queda pedirte un último favor. La batidora que te ha entregado esta carta es mi prima Claudia, es una batidora joven, enérgica y está buscando trabajo. Si tienes a bien acogerla no te decepcionará, su madre -mi hermana- era mucho mejor batidora que yo y esta apunta maneras. Mis mejores deseos"

Después de leer esto dirigí mi mirada a Claudia, no era como en las películas la típica joven de pueblo que llega asustada a la ciudad, vi en ella fuerza y ganas de trabajar aunque también cierta necesidad de protección.

¿Sabes lo que dice la carta? - le pregunté.

Sólo el final, ella cree que podrías tener trabajo para mi - respondió con un ligero temblor en la voz

Cierto -dije- me ha dado buenas referencias tuyas y, si te interesa, puedes quedarte, el domingo tengo una comida hay que ponerse manos a la obra.

Y vi como la sonrisa aparecía en su cara mientras guardaba sus bártulos: accesorio picador, batidor de huevos, vasos medidores...

El Otro