En realidad sueño casi todos los días pero olvido mis sueños rápidamente. Los nocturnos me refiero, los diurnos siguen enquistados en mi vida porque no los llevo a cabo, soy un ser sin agallas dirían algunos, incapaz de respirar más de lo que me quieren dar. Pero vamos que hoy quería contar el sueño nocturno que he tenido.
Me encontraba en un aula, en el instituto, creo que era mi viejo instituto IE Garcia Morato pero la clase no tenía la disposición de mesas que yo recordaba. Estan más o menos ordenadas en circulo alrededor de la tarima de la pizarra. La mesa del profesor hacía esquina a la izquierda, entre la ventana y la pizarra. Yo me encontraba a media distancia entre la pizarra y la puerta aunque curiosamente era la última fila. Cuanta amplitud, que pocos alumnos, será que yo pertenezco a la generación del baby boom y estos chicos modernos disfrutan de más espacio. Hay algunos alumnos y me doy cuenta que no soy el único mayor. Porque he vuelto a las aulas de instituto pero sigo teniendo 33 años, y no me camuflo. Hay otro tipo moreno, delgado, treinta y muchos, cara fina y barba en la otra parte de la clase, pero no le hago mucho caso. Yo estoy simplemente ahí, esperando a que llegue el profesor. Cuando llega se pone a hablar. Abro mi cuaderno y tomo alguna nota, pero yo no soy como los adolescentes que me rodean, no necesito copiar al pie de la letra lo que dice el profesor. Bueno esto sí, que es una definición. Me hace mucha ilusión recordar cosas que había olvidado, ¡y parece una clase de mates!. Un descanso y me acerco al profesor, que no se extraña de ver un treintañero entre sus alumnos. Le digo que quiero volver a algunas clases del instituto, que si no le importa. Parece que le da lo mismo. Le digo que tengo que organizarme los horarios con el trabajo pero que podría asistir a varias clases por la mañana, no quiero perder el curso. Vuelvo a mi sitio y hay una chica joven con la que me pongo a hablar. El tema ronda sobre que hago estudiando a mi edad y como de mayor soy. ¿Cuanto me echas? "34" dice, "Casi" respondo. Sólo tengo 33, pero tengo muchas canas, más de las normales. Bueno mañana será otro día, de clase y de trabajo.
Y todo esto viene seguro a una conversación de ayer, en la cual comentaba cosas como que en una foto en la boda de mi hermana se me confunde con la foto de mi orla de hace 10 años. Conversación en la que hablabamos de la facultad, de que hace 19 años que empezamos el instituto y que para mi la universidad no fue la peor época de mi vida, claro que yo era de los de estudiar tres semanas antes de los examenes porque mi carrera era de las de entender cosas no de memorizar.
En fin, uno se echa responsabilidades al hombro pero luego añora la libertad de antaño. Y sin embargo busca más reponsabilidades y agradece la nómina mensual que me permite gastos que antes no podía ni soñar. Uno nunca está satisfecho con lo que hace, en Matrix tenían razón: el hombre está hecho para sufrir, aunque sea sólo un poco.
El Otro
Me encontraba en un aula, en el instituto, creo que era mi viejo instituto IE Garcia Morato pero la clase no tenía la disposición de mesas que yo recordaba. Estan más o menos ordenadas en circulo alrededor de la tarima de la pizarra. La mesa del profesor hacía esquina a la izquierda, entre la ventana y la pizarra. Yo me encontraba a media distancia entre la pizarra y la puerta aunque curiosamente era la última fila. Cuanta amplitud, que pocos alumnos, será que yo pertenezco a la generación del baby boom y estos chicos modernos disfrutan de más espacio. Hay algunos alumnos y me doy cuenta que no soy el único mayor. Porque he vuelto a las aulas de instituto pero sigo teniendo 33 años, y no me camuflo. Hay otro tipo moreno, delgado, treinta y muchos, cara fina y barba en la otra parte de la clase, pero no le hago mucho caso. Yo estoy simplemente ahí, esperando a que llegue el profesor. Cuando llega se pone a hablar. Abro mi cuaderno y tomo alguna nota, pero yo no soy como los adolescentes que me rodean, no necesito copiar al pie de la letra lo que dice el profesor. Bueno esto sí, que es una definición. Me hace mucha ilusión recordar cosas que había olvidado, ¡y parece una clase de mates!. Un descanso y me acerco al profesor, que no se extraña de ver un treintañero entre sus alumnos. Le digo que quiero volver a algunas clases del instituto, que si no le importa. Parece que le da lo mismo. Le digo que tengo que organizarme los horarios con el trabajo pero que podría asistir a varias clases por la mañana, no quiero perder el curso. Vuelvo a mi sitio y hay una chica joven con la que me pongo a hablar. El tema ronda sobre que hago estudiando a mi edad y como de mayor soy. ¿Cuanto me echas? "34" dice, "Casi" respondo. Sólo tengo 33, pero tengo muchas canas, más de las normales. Bueno mañana será otro día, de clase y de trabajo.
Y todo esto viene seguro a una conversación de ayer, en la cual comentaba cosas como que en una foto en la boda de mi hermana se me confunde con la foto de mi orla de hace 10 años. Conversación en la que hablabamos de la facultad, de que hace 19 años que empezamos el instituto y que para mi la universidad no fue la peor época de mi vida, claro que yo era de los de estudiar tres semanas antes de los examenes porque mi carrera era de las de entender cosas no de memorizar.
En fin, uno se echa responsabilidades al hombro pero luego añora la libertad de antaño. Y sin embargo busca más reponsabilidades y agradece la nómina mensual que me permite gastos que antes no podía ni soñar. Uno nunca está satisfecho con lo que hace, en Matrix tenían razón: el hombre está hecho para sufrir, aunque sea sólo un poco.
El Otro
2 comentarios:
La concepción de que la vida es sufrimiento es demasiado fatalista/cristiana para mi gusto. El paraíso está aquí y ahora, tan sólo hay que buscar el Árbol de la Ciencia y pegarle un buen mordisco a esa manzana ;)
Caramba, no hace mucho tiempo yo tuve sueños parecidos... soñaba que era yo mismo, pero en las mismas clases de mi colegio de la EGB... y que yo recibía clases. Aunque en este caso había treintañeros y niños, de todas las edades.
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